5 de octubre 2024
En las horas de un día, caben las cuatro estaciones del año. La primavera es el amanecer, los primeros rayos de sol, la fresca mañana; el verano es el mediodía y las primeras horas de la tarde; el otoño es el atardecer, la puesta de sol, el crepúsculo; el invierno, la noche.
El otoño nos va acercando al final del ciclo vital, que es el invierno, para después renacer, cada año, en primavera. El otoño, introspectivo, invita a la reflexión sobre el paso del tiempo. A mí me gustan las transiciones: el paso del día a la noche, el paso del naranja al rojo o del verde al azul – ese tono que para algunos todavía es verde y para otros ya es azul-. El otoño es transición, cambio, mudanza.
El centro de Madrid, con las primeras gotas, se vuelve más parisino y los parques cautivan a viandantes con la suave calidez de los ocres serenos.
En muchas de mis obras, con sus tonos vivos, hay un verano que no quiere irse. En los procesos creativos, hay paseos por el campo, olor a tierra mojada, días de lluvia y un invierno que asoma a lo lejos. Mis tonos alegres, jalonados por amplias zonas de no color. Al dinamismo le sigue la quietud y los tonos cálidos envuelven a los fríos. Cambios bruscos, transiciones suaves. Es el ciclo de la vida.
Te dejo arriba una foto que tomé hace tiempo y que hoy rescato para ti, de un Madrid otoñal y bajo estas líneas te mando un saludo con un detalle de la obra en la que trabajo estos días.
¡Qué texto más bello y delicioso! 😍😍